Los cristales del sol
entran por su ventana,
siesta que se quiebra en mil pedazos/
llenos de luz
Vuelven los rayos, otra vez
sobre el vidrio transparente de aquel colectivo que nos hace subir la cuesta/
Es el ronroneo del motor trepando por las arterias
de la gran ciudad subfluvial
Miras el libro, mientras lo hamacas entre tus piernas,
las letras y los colores te empañan
encajando con cada parte de ese lugar
El silencio
alargó el contorno de tu boca, desfigurándola;
la excusa perfecta,
el eco de todo lo que no decís
Hundida en las preguntas de las últimas páginas,
perdiste el sueño en algún lugar del mar/
La tarde interrumpe
las esquinas,
hablamos como si el orden
hubiera alterado alguna de nuestras estructuras.
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